Hablar sobre el surgimiento de la brujería es hablar de los albores de la creación, principalmente del período paleolítico, cuando se establecieron los primeros contactos del hombre con la naturaleza. Sí, sabemos que el período más representativo de la brujería fue en esa época, pero también podemos decir que el arte de la brujería surgió junto con las prácticas de la brujería natural.
La hechicería y lo femenino
Si la mujer de aquella época buscaba conocer los poderes de las hierbas a través de la experimentación diaria, también las manipulaba para preparar pociones, ungüentos y tinturas. Asimismo, si buscaba el contacto con las fuerzas de la naturaleza, respetaba al sol, la luna y el mar, y les rezaba, rogando por la presencia del sol para el nacimiento de un nuevo día, pues aún desconocía los ciclos naturales diarios.
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Si, a través de excavaciones, la mujer descubría la belleza y energía de los cristales, también hacía pruebas manipulándolos —rompiéndolos, moliéndolos, usándolos sobre el cuerpo— para entender su función energética y mágica.
Podemos asumir que allí surgieron los primeros hechizos del mundo, pues la mujer de entonces —la bruja, la hechicera, la curandera— utilizaba todos estos elementos para lograr un propósito determinado, ya fuera la curación física o espiritual. Unía cristales, hierbas, rezos y peticiones a la naturaleza para crear hechizos llenos de poder.
Origen
Los primeros relatos sobre brujería surgen en el período prehistórico, cuando los pueblos hacían ofrendas a la madre tierra y a las fuerzas de la naturaleza para asegurar buenas cosechas y éxito en la caza. Con el tiempo, estos pueblos desarrollaron sus propios ritos de adoración y celebraciones de sus ritos de paso, siendo muy común el culto a dos energías que traían vida a la tierra: lo femenino y lo masculino.
Hechizos, hierbas y naturaleza
El arte de crear hechizos siempre ha estado presente en todas las regiones del mundo y de formas muy variadas. ¿Has notado que muchas personas no poseen un libro sobre sus tradiciones, pero cuando los historiadores estudian esas civilizaciones, rápidamente relatan sus prácticas mágicas?
Podemos afirmar que la brujería es el contacto y conocimiento de las hierbas, la naturaleza, sus ciclos, el uso de la energía y, principalmente, la conexión con las vibraciones del sol y la luna. Este contacto sigue vivo en muchas tradiciones.
Lamentablemente, hemos perdido esa conexión con estas fuerzas, pues a menudo utilizamos la energía de la naturaleza a nuestro favor, como si fuera una esclava de nuestra voluntad. Antes, nos veíamos como lo que realmente somos: parte de ella. Observar y entender la naturaleza era necesario para la supervivencia de la tribu, para saber cuándo sembrar, cuándo cosechar y anticipar inundaciones, lluvias y sequías.
Tradiciones
¿Sabías que la práctica de la brujería no es solo un arte pagano? Está viva en diferentes tradiciones, enraizada en pueblos celtas, africanos, hindúes, indígenas e incluso dentro de elementos usados en la iglesia católica. Sí, eso es correcto.
Podríamos decir que la brujería incluye en su oficio el uso de todo elemento que posee poder, energía y devoción, incluso si pertenece a religiones y filosofías que rechazan la magia.
En Brasil, por ejemplo, la iniciativa de usar elementos de la religión católica surge cuando las “benzedeiras” comienzan a emplear el rosario y el agua bendita para bendecir, purificar y alejar los malos espíritus. Eso sí es brujería.
La fe mueve montañas
Uno de los grandes aspectos que diferencian a una hechicera de una persona laica es entender que lo que hace crecer a las filosofías y religiones es la fe.
Si nadie creyera en el poder del pentagrama como símbolo capaz de equilibrar nuestros caminos a través de los cuatro elementos, este símbolo se perdería en el tiempo sin importancia ni poder. Lo que lo hace mundialmente conocido y poderoso es la fe que sus adeptos depositan en él, llenándolo cada día de más energía.
Como dice un antiguo dicho: La fe mueve montañas. Creer que ciertos elementos tienen poderes mágicos es un arte que ha existido por siglos.
¿No podríamos decir que creer que un sorbo de manzanilla te tranquiliza es una práctica de fe?
Además de sus propiedades fitoterapéuticas, la manzanilla tiene una creencia popular mundial sobre su efecto calmante. Eso es magia: usar las fuerzas de la naturaleza con fe. Pero eso no significa que, por ejemplo, un sacerdote deba consumir el té.
¿Qué impide a la hechicera usar agua bendita como elemento mágico que trae purificación? Si mundialmente este elemento es utilizado en iglesias como símbolo de fe, cura y poder divino, también se convierte en un elemento poderoso en la brujería.
Brujería y elementos
Podemos practicar la brujería usando solo elementos “propios” de nuestro culto, como cristales, hierbas y varitas, pero ¿cómo saber si ese mismo elemento mágico no pertenece también a otra religión o tradición?
Durante años puedes haber usado en tus hechizos elementos que tradicionalmente no pertenecen a la brujería, o que creíste que eran propios de un camino particular. Para entender esto, necesitamos profundizar un poco en los cultos tradicionales de otras filosofías y religiones, porque toda práctica religiosa tiene ingredientes mágicos.
Es importante conocer el origen mágico de cada elemento, a qué deidad pertenece, cuándo usarlo, qué resultados puede lograr, si es un elemento denso o sutil, cuál es su finalidad y a qué energía debemos pedir permiso para trabajar con él.
Como ves, la brujería no es algo simple de practicar: no basta con buscar en internet y ejecutar un acto sin saber a qué linaje pertenece.